jueves, 29 de julio de 2010

viernes, 2 de abril de 2010

FAMILIA Y AUTOESTIMA

Hace unos días platicaba con la directora de una Estancia de Bienestar y Desarrollo Infantil acerca de la falta de interés que tienen algunos padres en la estimulación temprana y en la educación de la afectividad de sus hijos, sobre todo, si éstos son menores de cuatro años.


A veces la ignorancia llega a tal grado que no sólo no educamos adecuadamente a nuestros hijos, sino que destruimos cualquier intento que el niño haga para desarrollar su creatividad o expresar sus sentimientos. Afortunadamente, algunas estancias infantiles han dejado de ser simplemente "guarderías" y se han convertido en centros educativos que integran en los programas de estudio el desarrollo de la expresión creativa en el niño, a través de trabajos manuales, de pintura y de juegos, y que también contemplan los mecanismos para fomentar y elevar su autoestima.

De este modo, el niño pinta o crea con cajas, botones, popotes y demás materiales, figuras abstractas que a los ojos de los adultos son difíciles de entender, debido a que suelen estar distantes de sus patrones estéticos, y si no fuera porque los hacen nuestros hijos estaríamos muy lejos de decir que son bonitos; sin embargo, para el niño representan mucho y nos los enseña con orgullo y satisfacción, al mismo tiempo que nos dice: "mira papá, yo lo hice". Todo indicaría que cualquier padre se conmovería ante tales manifestaciones de ternura de parte de su hijo, pero no siempre es así.

La directora me contó una anécdota que explica muy claramente la magnitud del problema: El otro día, un niño de aproximadamente tres años, pasó mucho tiempo pintando en una hoja de papel figuras de muchos colores; su grado de concentración y dedicación en lo que estaba haciendo era tal que pudiera haberse pensado que se trataba de un futuro Da Vinci o Picasso. Los resultados obtenidos le parecieron dignos de ser admirados por terceros y decidió llevárselo a su casa para mostrárselo a su mamá. Con mucho cuidado sujetó con ambas manos su trabajo, para que no fuera a maltratarse; caminó con paso lento y precautorio hacia la salida de la escuela; su cara reflejaba una profunda satisfacción que iluminaba la estancia.

Cuando llegó hasta donde estaba su mamá (quien estaba muy desesperada porque ya se le hacía tarde y al parecer aún tenía muchas cosas "importantes" qué hacer), el niño le mostró su trabajo y le dijo "mira mami, yo lo hice". La mamá tomó el trabajo y sin mirarlo lo arrugó y lo tiró al bote de basura más próximo, mientras le decía enojada: "Ya te he dicho que no lleves basura a la casa". La cara del niño se tornó indescriptible, y con mirada triste y desilusionada miraba el cesto de basura donde, mezclado con desechos de distinta especie, reposaba su trabajo de pintura. Entonces, la directora sacó de la basura el trabajo del niño mientras le decía: “Está muy hermoso, ¿tú lo hiciste? ¿Me lo regalas para ponerlo en mi oficina?”.

Cuando la directora llamó a la madre del niño para explicarle lo importante que era el reconocimiento al trabajo de su hijo para el desarrollo de su autoestima, ella no mostró ningún remordimiento, ya que, debido a su ignorancia, no le daba ninguna importancia al trabajo de su hijo y sólo se limitó a argumentar que vivía en una casa muy pequeña y no tenía espacio para guardar los trabajos.

Lamentablemente, aún existen muchos padres que sin llegar a los extremos descritos anteriormente, piensan que su papel se limita a ser proveedores económicos, sin considerar la importancia que tienen para sus hijos las demostraciones afectivas, ya que no es suficiente aceptar a nuestros hijos, sino que también necesitan de nuestro reconocimiento constante.

Para todo niño es muy importante saber que cuenta con una familia que lo ama incondicionalmente, que lo valora por lo que es y que aprecia lo que hace, todo lo cual le permitirá desarrollar seguridad en sí mismo y tener un sano nivel de autoestima.

Cada persona adquiere del medio social donde se desarrolla las características que determinarán su personalidad y su forma de ver la vida. La familia es la primera asociación que establece el individuo, ya que en ella nace, y es en ella donde aprende a comportarse en sociedad y donde empieza a moldear su temperamento para dar paso al carácter. Cuando la familia, que es la célula básica de la sociedad, entra en crisis, podemos esperar que los problemas de socialización en los individuos se incrementen.

Por ejemplo, gran parte de los problemas laborales se deben a la incapacidad de algunas personas para trabajar en equipo. En estos grupos problemáticos siempre existe uno o más individuos con problemas de afectividad que los hacen bloquear, despreciar, anular o dificultar el trabajo de los demás.

Lamentablemente este tipo de comportamiento es más común de lo que pudiéramos esperar, ya que dentro de nuestra vida cotidiana tenemos la necesidad de convivir con individuos de diversas formas de conducta, muchas de éstas nos parecen difíciles de entender y aceptar; como por ejemplo, los depresivos, autocompasivos, agresivos, autoritarios, groseros, introvertidos, etc., lo cual nos hace desear que nuestros hijos nunca asuman este tipo de comportamiento.

Ante tales circunstancias, en ocasiones les ordenamos que eviten la compañía de personas que nos parecen poco recomendables, pensando que al cerrarle la puerta a este tipo de personas evitaremos que su comportamiento contamine a nuestra familia; sin embargo, debemos saber que esto no basta, ya que con la forma de tratar a nuestros hijos podríamos estar fomentando precisamente este tipo de comportamiento.

La raíz de muchos problemas de personalidad se encuentra en la autoestima, ya sea porque el individuo tenga una gran necesidad de reconocimiento afectivo que lo hace creer que es superior a los demás, o bien, porque tiene una imagen de sí mismo muy poco valorada que lo hace sentirse inferior. También se puede caer en el extremo de que se desarrollen conductas depresivas que lleven al individuo al suicidio o que desarrollen un peligroso resentimiento social que perjudique a inocentes.

Tener autoestima significa, entre otras cosas, quererse a sí mismo, sólo queriéndonos a nosotros mismos podemos aprender a querer a los demás. La violencia, la delincuencia y en general las conductas antisociales se deben, en gran parte, a que las personas que las cometen son incapaces de concebir al otro como igual a sí mismo; es decir, como se dice comúnmente son "incapaces de ponerse en los zapatos de los demás", y sólo piensan en ellos mismos sin importarles a cuántos tengan que destruir o aplastar para satisfacer sus necesidades.

Para evitar que en las familias se desarrollen personalidades antisociales es muy importante que los hijos reciban muestras de reconocimiento y de afecto de parte de los padres y que estas mismas pautas de conducta se fomenten en todos los miembros de la familia; por ejemplo, podemos decirles "eres muy especial para mí"; "te queremos"; "has mejorado mucho"; "sigue practicando"; "no te preocupes, si sigues intentándolo así serás el mejor", etc. Igualmente, podemos acompañar las palabras con abrazos y otras muestras de cariño.

El tiempo que pasemos conviviendo armónicamente con nuestras familias, es tan importante como el trabajo más remunerado; hasta ahora no ha salido al mercado el afecto y aún existen muchas cosas que no se pueden comprar; por ejemplo, el amor familia

LA CRISIS DE LA ADOLESCENCIA

La adolescencia es un periodo de vida que oscila entre la transición de la niñez a la juventud; comprende las edades entre los 12 y 18 años, lapso en el que el ser humano experimenta cambios biológicos, psicológicos y sociales por los cuales atraviesa en un periodo de crisis; es decir, de búsqueda de identidad, debido a que deja de ser niño y empieza a ser adulto.


Durante este periodo de búsqueda es común el desarrollo de conductas asociales como el no querer participar en las actividades y diversiones familiares; parasociales, queriendo mantener una actitud paralela a la que establece la sociedad cambiando su forma de vestir y hablar para adaptarla a la de un grupo de iguales al que busca pertenecer; y en algunos casos extremos, hasta conductas antisociales llegando a cometer infracciones y delitos con tal de manifestar su descontento y causar admiración entre sus amigos. Todo esto debido a que el adolescente busca ser alguien pero no sabe cómo y hace diversos ensayos que lo pueden llevar a enfrentamientos con el resto de la familia y la sociedad en general.

Durante este periodo la familia también atraviesa por periodos de crisis porque tiene que cambiar la forma en que concibe a sus hijos; debe aumentar su comunicación y atención con la familia, aprendiendo a ser tolerante sin ser permisivo, considerando el periodo de búsqueda por el que atraviesan los adolescentes. En algunos casos la mala comprensión de este periodo de vida aumenta la violencia intrafamiliar y provoca la expulsión de los hijos del seno familiar aumentando el problema, ya que es en este periodo donde más se necesita del apoyo y la comprensión familiar.

Es difícil comprender a un adolescente, sobre todo porque ni él mismo se comprende, pero es en este periodo donde se encuentra la identidad y el papel de los padres es determinante para su futuro.

El adolescente no es un niño pero tampoco es un adulto; a veces desea sentirse maduro pero gozando de los beneficios y protección de la infancia; suele comportarse desafiante y parece que está peleando con todo y contra todos; se muestra inconforme con la familia, la sociedad, la cultura, la religión, etc. Se siente mejor comprendido por personas de su misma edad, igual de desorientadas que él, que por sus propios padres y es entonces donde suele ser vulnerable ante los vicios y el delito.

El adolescente busca pertenecer a un grupo y para lograrlo suele seguir los rituales de iniciación al grupo al que quiere pertenecer, de este modo suele probar el alcohol, el tabaco, las drogas o llevar a cabo conductas antisociales con le fin de ser aceptado.

Los padres debemos ser capaces de detectar este tipo de conducta en nuestros hijos y prevenirlas antes de que evolucionen desfavorablemente, evitando la violencia doméstica y elevando la autoestima del adolescente, haciéndolo sentir querido y respetado. El encontrará el sentido de su vida, nosotros sólo podemos ayudarlo a forjar sus metas, a lograr un proyecto de vida e incentivarlo a permanecer en el sistema educativo formal.

La deserción escolar suele ser un agravante en el problema, ya que si el adolescente no logra un proyecto de vida, en el cual se incluyan metas académicas, suele perder el interés por la escuela y entonces volverse más vulnerable ante los riesgos de conductas antisociales.

Los adolescentes experimentan fuertes sentimientos de estrés, confusión, dudas sobre sí mismos y miedos que muchas veces se agravan con el divorcio de los padres, la integración a una nueva familia con padrastros y hermanastros, la expulsión del seno familiar, la deserción escolar o la no aceptación por parte de sus compañeros. La falta de comprensión y ayuda en estos periodos de búsqueda de identidad pueden desencadenar crisis permanentes en el individuo que lo pueden llevar al suicidio o al desarrollo de una personalidad antisocial.

Por desgracia es muy común el suicidio entre los adolescentes, sobretodo por el acumulamiento de sentimientos de culpa y la tendencia de los padres y la sociedad por hacerlos ver como los "malos" de la historia, los causantes de todos los problemas o hacerles creer que todo estaba bien hasta que llegaron ellos. Hay que tomar muy en serio al adolescente cuando manifiesta su deseo de matarse o muestra síntomas de abandono poco usual sobre su persona y se muestra deprimido, en esos casos lo mejor es hablar con él y darle muestras de cariño y apoyo.

Por otra parte, se ha comprobado que las personas con personalidad antisocial, las cuales se oponen violentamente a cualquier tipo de mejoramiento y llegan a cometer actos criminales, son personas psicológicamente afectadas y muestran un marcado terror y rencor hacia los demás, llegándolos a concebir como enemigos a los que debe destruir en forma encubierta o manifiesta.

El origen de ésta personalidad está en la violencia intrafamiliar y en una mala compresión de la infancia y adolescencia, agudizada con el mal trato y la humillación.

Es normal no saber que hacer ante una crisis familiar provocada por un adolescente; sin embargo, lo mejor es conocer y comprender más ampliamente esta difícil etapa de la vida y entender que si en alguien debe caber la cordura, debe ser en el adulto, es decir, en usted.

jueves, 1 de abril de 2010

Eduquemos Hoy, para no Castigar Mañana

El ser humano nace siendo totalmente dependiente de la sociedad; de hecho, es imposible que un recién nacido sobreviva mucho tiempo sin la ayuda de otro ser humano que le proporcione alimento y abrigo.

La dependencia del individuo hacia la sociedad es permanente; sin embargo, es durante la infancia y la adolescencia que el ser humano forja las bases de lo que será su vida en sociedad, en sus primeros años de existencia aprende los conocimientos y valores más importantes, son años de intenso aprendizaje, en donde se define cómo será la estructura de su personalidad, empieza a manejar su temperamento para forjar su carácter y son precisamente esos primeros años los que marcan la diferencia entre un neurótico destructivo y un artista, entre un delincuente y un ciudadano honrado:

“La neurosis generalmente se instala y se organiza durante los primeros años de la infancia. No es factible determinar la época exacta, aunque podría decirse que de los primeros meses de nacido hasta los doce años aproximadamente. Ese lapso podría considerarse básico como formativo de la estructura del carácter del niño y del adolescente”.

En pocas palabras, los niños aprenden imitando a los adultos, siguiendo sus enseñanzas y ejemplos.



Pero ¿que pasa cuando estos niños reciben información errónea sobre la forma en que deben manejar sus emociones y resolver sus conflictos? La respuesta es obvia, el niño crece con una idea equivoca de la forma en la que debe relacionarse, provocando con esto una conducta social no aceptada y muchas veces violenta.

Según estudios realizados por la Universidad de Stanford, en Estados Unidos los niños en promedio pasan 28 horas semanales frente al televisor y ya que los programas de televisión de ese país son muy violentos, un niño de clase media de entre 5 y 14 años de edad ha presenciado aproximadamente 20 mil escenas de crímenes violentos, los cuales han alimentado su percepción de la realidad y le han hecho creer que la violencia es la respuesta natural para resolver sus diferencias con los demás individuos.

Pero ese fenómeno, no es exclusivo de Estados Unidos, se presenta en todo el mundo y nuestro país no es la excepción, según la encuesta llamada “los niños mexicanos y la televisión”, que fue auspiciada por la Cámara de Senadores, el UNICEF y el ILCE en 1999, en nuestro país los niños pasan en promedio 3 horas frente a la televisión y la mayoría ven programas de dibujos animados sin ninguna supervisión por parte de sus padres.

En ese mismo documento, un investigador del ILCE afirma que el 79% de los programas infantiles que se transmiten por canales abiertos de la televisión mexicana son de origen extranjero, principalmente de Estados Unidos, Japón y Canadá.

Por su parte alumnos de la maestría en comunicación del Tecnológico de Monterrey Campus Monterrey, después de analizar durante dos meses 30 programas de televisión, concluyeron que los programas de dibujos animados son el género con mayor número de secuencias violentas, tanto visuales como narradas, aunado al humor asociado con la violencia.

Por si todo lo anterior fuera poco, nuestros futuros adultos cuentan con un complemento importante en su proceso de formación educativo ya que muchos de nuestros niños cuando no están viendo la tele o en la escuela, están frente a una computadora o frente a una consola de video juego, donde según investigaciones de especialistas en el tema, el 92% de los video juegos de acción incluyen actos que consisten en: “atropellar a gente con un coche”, “pegar tiros en la cabeza del enemigo”, “cortarle la cabeza a unos dinosaurios” o “darle patadas de karate al enemigo hasta que le salga la sangre”.

Según esas mismas investigaciones, el atractivo de los videojuegos consiste en que “a través de ellos se puede pasar de la mirada a la acción, al menos simulada. Y esta acción nos permite transgredir las normas sociales sin sufrir consecuencias de ningún tipo”.

Uno de los jóvenes que participaron en una investigación sobre el tema, manifestó lo siguiente: “a mí me gustan los juegos en los que puedes hacer lo que está prohibido, atropellar gente, tirar bombas y cosas así”.

Otro dijo: “Podemos asesinar a otros seres humanos y se nos dan premios por ello (más vidas, más energía, más tiempo, etc.) y cuantos más asesinemos más se nos condecorará”.

Sirvan estos ejemplos para apreciar el daño que hacen a nuestros futuros adultos la mayoría de los videojuegos que existen en el mercado, ya que incitan a actos violentos irracionales y asesinatos de la forma más sanguinaria posible.

Adicionalmente, en nuestro país existe un alto porcentaje de niños que presencian violencia domestica en sus hogares y aprenden que la violencia es la mejor manera de resolver sus diferencias.

Pero ¿que esta pasando con los padres, que no nos damos cuenta de toda esta información nociva que reciben nuestros niños y jóvenes?

Hemos delegado nuestra obligación de educar y formar a las nuevas generaciones a un grupo de comerciantes que alteran la percepción de la realidad de nuestros hijos y les enseñan que la mejor forma de resolver conflictos es mediante la violencia, ocasionando que ante la falta de aceptación de un individuo por su comunidad, esté responda en la forma más violenta posible, provocando hechos lamentables como el vivido en la Universidad Virginia Tech, en abril de este año, donde 33 personas perdieron la vida (incluyendo al asesino), debido a que un joven de 23 años de nombre Cho Seung – Hui, decidió hacer una matanza para protestar porque sus compañeros se burlaban de él ya que tenia muchas dificultades para pronunciar el ingles, debido a sus orígenes norcoreanos y a que padecía un problema físico que le dificultaba la dicción, e inspirado en una película coreana en la que un ser discriminado decide vengarse de la sociedad que lo había lastimado haciendo una matanza.

Lamentablemente esa tragedia no es un hecho aislado ya que tan sólo en Estados Unidos se han presentado 13 casos significativos de asesinatos en centros de estudio, basta recordar los hechos perpetrados en abril de 1999 en una secundaria de Columbine, en Colorado, donde 2 adolescentes asesinan a 12 estudiantes y un profesor, para suicidarse posteriormente.

Aún estamos a tiempo de evitar que nuestros hijos incurran en conductas delictivas, debemos poner más atención a la forma en la que nuestros hijos pasan su tiempo libre, fomentar la práctica de actividades deportivas y artísticas, y sobre todo, observar como y con quien conviven, ya que muchas veces suelen ejercer el rol de seguidores de lideres nocivos que son una influencia negativa. Y que pueden generar conductas antisociales.

Incidentes de violencia registrados en escuelas en EE.UU
Abril 2007: Un pistolero asesina a 32 personas en la universidad Virginia Tech, en Virgina.

Octubre 2006: Un hombre mata a cinco niñas en una escuela de la comunidad amish en Pensilvania para luego suicidarse.

Septiembre 2006: Un sujeto asesina a una estudiante adolescente de las dos que había tomado como rehenes en una escuela en Colorado y luego se quita la vida. Dos días más tarde, un adolescente mata al director de una escuela en Cazenovia, Wisconsin

Noviembre 2005: Un estudiante de Tennessee asesina al vicedirector de una escuela y hiere a dos trabajadores administrativos.

Marzo 2005: Un alumno de Minnesota mata a nueve personas y luego se quita la vida.

Mayo 2004: Cuatro personas resultan heridas en un tiroteo en una escuela de Ma-ryland.

Abril 2003: Un adolescente mata al director de una escuela en Pensilvania y des-pués se suicidia.

Marzo 2001: Un alumno abre fuego en una escuela de California y mata a dos es-tudiantes.

Febrero 2000: Una niña de seis años de edad muere por los disparos de otro alum-no.

Noviembre de 1999: Un estudiante mata a una compañera de aula de 13 años de edad en Nuevo México.

Fuentes:

BBCMundo.com
Aniceto Aramoni, La neurosis, una actitud y una formula ineficiente, UNAM, 1983, pag 77,

“Los niños, la violencia y las series infantiles de televisión…”, Memoria del primer foro denominado: “La niñez, la violencia y las series infantiles de televisión”, organizado por Reincorporación Social, A.C. Octubre de 2000, México D.F. 216 pag.
http://hiper-textos.mty.itesm.mx//num2rafyaida.html
Véase la ponencia “Violencia y Videojuegos” presentada por Enrique Javier Díez Gutiérrez de la Universidad de León, Eloína Terrón Bañuelos de EOEP León y Javier Rojo Fernández del IES Benavente ante el “I Congreso Internacional sobre Ética en los Contenidos de los Medios de Comunicación e Internet” que se llevó a cabo en Granada, los días 15, 16 y 17 de Octubre de 2001 con versión electrónica en la siguiente dirección: http://eae.ilce.edu.mx/pdfs/violencia_videojuegos.pdf

JUVENTUD Y VIOLENCIA

El 20 de abril de 1999 sucedió una tragedia que conmovió y preocupó a todo el mundo. En la Escuela Secundaria Columbine, de Littlenon, en Colorado (al sudoeste de Denver,), U. S. A., una pareja de jóvenes estudiantes de nombres Eric Harris, de 18 años, y Dylan Klebold, de 17, protagonizaron una masacre en la que perdieron la vida 25 personas (incluidos ellos) y resultaron heridos 20 de sus compañeros. El móvil del crimen al parecer sigue siendo una incógnita, aunque las investigaciones apuntan a que el mencionado par de jóvenes decidió suicidarse, pero antes de hacerlo, tomaron venganza contra lo que más odiaban, es decir, contra la escuela, compañeros y maestros.

Instalaron varias bombas de fabricación casera (se encontraron más de 30 dentro de la escuela y en el estacionamiento), dispararon más de 900 cartuchos antes de suicidarse, utilizaron armas largas y cortas semiautomáticas, entraron disparando a la escuela como en un vídeo juego y asesinaron a sangre fría a 13 personas, burlándose de algunas de ellas antes de matarlas.





Con anterioridad, estos jóvenes ya habían presentado conductas parasociales y antisociales a pesar de que ambos provenían de familias bien estructuradas y sin problemas económicos. En enero de 1998 fueron encontrados culpables por el robo a una camioneta que contenía equipo electrónico e ingresaron a un programa de rehabilitación del juzgado, pero en febrero de 1999 se les permitió dejar el programa anticipadamente por haber sido participantes ejemplares, con informes finales halagueños y optimistas.

Se les acusaba de pertenecer a grupos neonazis, no obstante que Klebold era de ascendencia judía y Harris tenía varios amigos negros y asiáticos; se sabe que pertenecían a una banda que se hacía llamar "La mafia de los abrigos", de la cual les atraía la mitología nazi, vestían camisetas negras, jugaban los vídeo juegos más violentos y en varias ocasiones habían manifestado su odio y sus deseos de violencia; incluso, Harris tenía una página en internet a través de la cual transmitía fórmulas para hacer bombas caseras y mensajes violentos; y a pesar de ello, nadie tomó en serio estos signos tan evidentes de comportamiento antisocial y mucho menos nadie recapacito sobre sus inclinaciones a la violencia que pudieran desembocar en este asesinato en masa.

Este caso nos ha dejado grandes interrogantes, entre ellas: ¿qué esta pasando con los jóvenes en todo el mundo? ¿cómo es que hasta los profesionales en la materia decían que estos dos jóvenes no representaban mayor riesgo, que se trataba de simple rebeldía juvenil, típica de los adolescentes y los dejaron salir con anticipación de un programa de rehabilitación? ¿hasta dónde puede llegar el descuido de los padres como para no darse cuenta que su cochera era una fábrica de bombas caseras?

Este tipo de actos nos deben llevar a reflexionar sobre el futuro de nuestros jóvenes y la necesidad de tomar más en serio a nuestros hijos. Es una pena que la mayoría de las veces, cuando los hijos están en "malos pasos", los últimos en enterarnos somos sus propios padres, en virtud de que la comunicación interfamiliar suele ser mínima, en ocasiones nula y en otros casos sólo se habla para desencadenar conflictos entre padres e hijos. No debemos olvidar que los padres ocupan un lugar muy importante en la vida de los jóvenes, no sólo en lo material sino también en el entorno afectivo.

La actitud y el comportamiento de los adolescentes siempre ha creado conflictos generacionales; generalmente cuando los hijos entran en la adolescencia, la organización en el ámbito familiar sufre un desajuste y las repercusiones de las actitudes negativas de algunos adolescentes pueden causar daños a la sociedad, aunque en el caso referido se llegó a un punto extremo.

La crisis que sobreviene, cuando hay adolescentes en la familia, es una etapa normal en su desarrollo, no debe ser interpretada como una tragedia; es necesaria para afirmar la identidad del adolescente, formar su carácter, moldear su temperamento y constituye la etapa decisiva de la separación gradual entre padres e hijos.

En una familia común es normal y casi inevitable que haya alguna fricción o conflicto; estos pueden no tener importancia pero también pueden ser signo de graves alteraciones en las relaciones entre padres e hijos.

El adolescente se encuentra en continuo conflicto entre el deseo de ser independiente de sus padres y el darse cuenta de lo dependiente que es en realidad. Casi todos los adolescentes desean tener buena comunicación con sus padres y encuentran frustrante el hecho de no poder hablar libremente con ellos acerca de temas conflictivos como pudieran ser la conducta sexual, su apreciación del mundo o sus expectativas de vida, llegando a creer que los padres viven en un mundo distinto al suyo, que no saben nada del de ellos y en otras ocasiones los padres olvidamos que también fuimos adolescentes.

Algunos padres cuando preguntan a sus hijos sobre su vida, lo hacen en forma autoritaria y desencadenan conflictos porque al joven no le gusta que lo interroguen; otras veces, la falta del establecimiento de reglas y la conducta permisiva por parte de los padres es o genera un sentimiento de abandono y soledad en el adolescente. En muchos casos, dentro de un marco de control, es provechoso que haya conflictos y tensiones para un desarrollo sano del individuo.

Los padres autoritarios o las madres sobreprotectoras dificultan el proceso de identidad en el individuo. El padre autoritario es el que impone su voluntad sin dar explicaciones, actitud que no satisface al adolescente, por lo que empieza a manifestar conductas de rebeldía; por otro lado, las madres sobreprotectoras suelen ser asfixiantes y pueden llegar a formar un individuo temeroso, apático y carente de iniciativa.

Los padres y los maestros se complementan para la formación del carácter; los maestros no sólo deben tomar en cuenta el nivel intelectual de los alumnos, es importante también que consideren el ámbito afectivo, es decir, cómo se siente el alumno ante él, con sus compañeros o cómo se comporta en la escuela.

El profesor debe promover y estimular las relaciones interpersonales así como generar la cohesión en el grupo; al fomentar el respeto mutuo, la comunicación y la cooperación en el aula, debe promover trabajos en equipo para brindar oportunidades de participación. Siempre debe estar abierto para cualquier consulta dando los medios necesarios para que cada alumno realice una elección correcta.

El caso citado deja muy clara la necesidad de una mejor relación entre padres e hijos, de los padres con los maestros y de los maestros con los alumnos. Ahora ya sabemos hasta dónde pueden llegar estos descuidos.

miércoles, 31 de marzo de 2010

La problemática de los niños de la calle y su probable evolución hacia la delincuencia.

En nuestro país, como en muchos otros, nuestras ciudades han integrado a su paisaje un “nuevo” elemento que de tan cotidiano, ya nos pasa inadvertido; este elemento es el fenómeno de los niños de la calle. Habitan en las alcantarillas, duermen en la calle, aparecen en cada esquina y nos limpian nuestros parabrisas aunque no queramos; algunos han desarrollado habilidades de faquir y se acuestan en vidrios o escupen fuego; otros se visten de payasos mientras bailan una música inexistente. Es también común verlos pidiendo dinero en la calle, drogándose o acostados inconscientes en una banqueta.


A veces da pena el grado de insensibilidad que ha alcanzado nuestra especie, ya que podemos ver en la calle a un niño de escasos 5 ó 6 de años de edad, sucio, harapiento y llorando sin que nos produzca el menor malestar; mucha gente pasa junto a ellos sintiendo desprecio y repugnancia; sin embargo, a mucha de esa gente cuando ve cachorros de perros, gatos o crías de otra especie se llenan de ternura y sienten deseos de protegerlos.

Todo niño, si sobrevive a la infancia, algún día llegará a ser adulto, mientras que todo adulto alguna vez fue niño. Según Víctor Frank, autor del libro EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO, “la forma más segura de ser, es haber sido” y todos hemos sido niños alguna vez y sabemos aunque no lo recordemos, la inmensa sensación de desprotección que se siente cuando nos alejan de nuestra familia.

En la Ciudad de México, según el último censo llevado a cabo por el Gobierno de la Ciudad y la UNICEF, el cual se realizó en 1997, existían 14 mil niños en situación de calle; de ese total, alrededor de 3 mil eran niños de la calle; es decir, sin hogar a donde regresar, sin nadie que viera por ellos; el resto estaban en situación de calle; que corresponde a los niños que están todo el día en ella pero tienen un hogar al que regresan por la noche.

Actualmente se calcula que hay alrededor de 35 mil niños en situación de calle. De estos, 20 mil son niños de la calle de los cuales el 70% vienen del interior del país; los otros 15 mil tienen un alto riesgo de convertirse en niños de la calle.

Estos menores tienen varios problemas de salud, principalmente la fármaco dependencia, ya que suelen ser adictos a inhalantes, marihuana y alcohol; también son muy frecuentes las infecciones de transmisión sexual como el VIH/SIDA y la gonorrea; las infecciones gastrointestinales no se hacen esperar debido a que comen de la basura y junto con perros; suelen adquirir enfermedades en la piel y tener piojos, pulgas, garrapatas y demás bichos, además de que debido a que no han sido vacunados son muy vulnerables a diversas enfermedades.

Lamentablemente, no es sólo la pobreza extrema la que arroja a las calles a muchos de estos niños, sino también la violencia intra familiar que hace que los niños se sientan mucho más seguros en la calle que en sus propias casas.

La calle constituye un espacio alternativo para una gran cantidad de niños ante la precaria situación en que viven con sus familias, lo cual los obliga a escoger entre una miseria sin libertad, como la que viven en su seudo hogar y una miseria con libertad, como la que se vive en la calle. Es común que el niño marginal opte por lo segundo.

El niño de la calle tiene varias formas de satisfacer sus necesidades, algunas de ellas no se encuentran dentro de las socialmente aceptadas, ya que ellos desarrollan una cultura paralela a la de nosotros y se rigen por sus propias reglas.

Es necesario recordar que las necesidades generan valores, los valores generan actitudes, las actitudes comportamientos y los comportamientos culturas. Por lo que una necesidad no satisfecha provoca la pérdida de valores socialmente aceptados, generando a su vez actitudes negativas y comportamientos antisociales.

Dentro de mi experiencia profesional, he tenido la suerte de trabajar con menores infractores y con niños de la calle, es por eso que me permito presentar a continuación algunos fragmentos de una entrevista de trabajo, a la cual por supuesto le he cambiado el nombre del entrevistado, con el fin de exponer la problemática desde una manera más directa y permitir que usted saque sus propias conclusiones.

“Tengo ante mí un expediente de más de 200 hojas, en él varias fotos de un niño a través de diversas edades. Es un niño muy moreno, de cara redonda, pelo lacio y parado y labios gruesos; sus fotos de perfil dejan ver una marcada protuberancia debido a lo grueso de sus labios, los cuales resaltan y parecen un pico de pato; comienzo a leer el expediente y dice:

Nombre: Jesús López Torres o Iván Pérez Jácome

Sobrenombre: "El pato"

Cuenta con dos actas de nacimiento debido a que fue registrado dos veces por distintas agrupaciones dedicadas a trabajar con niños de la calle, por lo que no se sabe a ciencia cierta su edad ni su nombre.

Pido al custodio que me traiga al menor a mi oficina para hacerle una entrevista y en breves momentos aparece un sujeto de aproximadamente 18 años, delgado, moreno y con manchas de anemia en la cara; entra y se instala en la silla que tengo enfrente y con aire jocoso me saluda:

-¿Qué pasó Lic.?

-Hola ¿cómo estas?

-Pues hay pasándola

-¿Cuál es tu nombre?

-Pato

-No, me refiero a tu apodo sino a tu verdadero nombre, dime ¿cómo te llamas?

-Pato, todos me dicen pato, siempre me han dicho así y si me dicen de otra forma siento que no me hablan a mí.

-Está bien Pato ¿Has tenido alguna visita familiar últimamente?

-No, yo no conocí a mis padres y fui abandonado en la calle a los 5 años.

-¿Recuerdas quién te abandonó en la calle?

-Sí, un señor al que yo le decía tío.

-¿Cómo fue que te abandonó?

-Me llevo de compras al centro y en una calle que no conocía me dijo que fuera a la tienda a comprar un refresco, me dio dinero y un envase vacío de coca cola. Me dijo dónde estaba la tienda y como irme. Como me gusta mucho el refresco, me emocioné y caminé las cuatro o cinco cuadras que me dijo; cuando regresé ya no estaba y me quedé sentado en la banqueta con mi refresco al lado hasta que se hizo de noche; una señora me vio llorando y me preguntó que me pasaba, le conté y me llevo a su casa. Al otro día me llevaron a la casa hogar donde viví tres años y después me fugué.

-¿Por qué te fugaste de la casa hogar? ¿Te trataban mal?

-No me fugué, pero ya no recuerdo por qué.

-¿Cómo sobrevivías en la calle cuando tenías 8 años?.

-Al principio era fácil que me dieran un taco en las casas y me regalaran ropa, pero después conocí al "Panda" y al "Piojo" y me fui a vivir al "cantón" donde estaban. Era una casa abandonada cerca de la Alameda Central, alguien se colgó de la luz y hasta agua teníamos.

-El problema empezó cuando empecé a "hacerle al cemento” porque después ya nadie me daba un taco; no me dejaban hacer mandados ni entrar a las casas y negocios para sacar la basura.

-Entonces fue cuando me metí a robar a una casa y me cacharon en la cocina cuando me robaba varias cosas.

-¿Esa fue la primera vez que caíste en la correccional?

-Sí, pero estuve poco tiempo porque me sacaron los de una casa para niños de la calle.

-¿Qué edad tenías cuando te metieron por primera vez a la correccional?

-Más o menos 10 ó 11 años

-¿Por qué te saliste de la casa para niños de la calle?

-Porque ahí conocí a otros cuates que se dedicaban a atracar en la calle y me fui con ellos.

-¿Con ellos te agarraron en tu segundo ingreso? ¿Cómo fue?

-Sí, me agarraron en una farmacia, a mí me metieron por una ventana porque era el más chico y flaco; llegó la “tira” todos corrieron y me dejaron adentro.

-¿Qué edad tenías en tu segundo ingreso?

- Como 11 años.

-¿Cuánto tiempo estuviste libre después de salir de “la corre” por primera vez?

- Como 6 meses.

-¿Cuánto tiempo te quedaste adentro de “la corre" en tu segundo ingreso?

- 2 años.

-¿Cómo fue que saliste?

- Me ayudaron los educadores de calle.

-¿Por qué ingresaste a la correccional por tercera vez?

- Estaba drogándome con unos cuates más grandes, cuando uno de ellos asaltó a un trausente y después se echaron a correr; yo estaba tan drogado que me caí y me apañaron.

-¿Qué edad tenías?

- 14 años.

- ¿Cuánto tiempo te quedaste en tu tercer ingreso?

- Dos años y seis meses.

-¿De qué edad saliste de la correccional en tu tercer ingreso?

- A los 16.

- ¿Por qué ingresaste a correccional por cuarta vez?

- La verdad yo ya me acostumbre al ambiente en la "corre", adentro tengo todo y afuera no tengo nada, así que hice como que robaba un carro, pero la neta yo ni sé manejar.

- ¿Cuánto tiempo llevas en tu cuarto ingreso?

- Año y medio; las autoridades de la "corre" ya no me quieren adentro, ya hasta hablé con ellos y les dije que si me dejaban adentro ya me la voy a llevar "relax", pero no me quieren dejar.

- ¿No quieres salir? ¿No tienes ganas de hacer algo bueno de tu vida?

- La verdad sí, pero por ahora no tengo mucha prisa.”

Este caso, es sólo uno de los cientos que se presentan a diario en los Centros de Tratamiento para Menores Infractores, donde se hace visible las amplias posibilidades que tienen los niños de la calle de iniciar a temprana edad su carrera delictiva, después de todo ¿qué pueden perder si no tienen nada y dentro de la correccional están mejor que afuera?.

El problema de los niños de la calle es un problema social y por lo tanto nos incluye a todos, no podemos dar la espalda ante un problema de esta magnitud, en nuestras manos está hacer de nuestros niños buenos ciudadanos o delincuentes.

Entrevista en el Programa Hoy Michoacán de Televisa, sobre el Tema Las Tribus Urbanas, tercera parte, no se cuenta con video de las dos primeras.